jueves, 16 de septiembre de 2010

El Hombre Genérico

Alejado de la identidad cultural y de lo local y a la vez favoreciendo esa especie de cultura sin cultura, o cultura sin identidad, que podemos llamar la cultura genérica, vemos al hombre genérico, como producto propio de esta fría realidad.
El hombre genérico ha sido reconocido en infinidad de lugares a la vez, “enfermando” las diversas culturas del mismo mal extraño y destructivo de la identidad. Es muy probable que muchos de nosotros no seamos un hombre genérico, pero sin duda alguna conocemos alguno, porque su existencia es cada vez más frecuente y a medida que los niños y adolescentes se van haciendo adultos, estos se van multiplicando entre nosotros. En lo personal, yo me considero uno, a lo mejor porque soy pretencioso, o a lo mejor porque tengo razón y estoy en este momento realizando una de las acciones más propias de dicho ser humano, escribiendo un blog en aras de comunicarme de forma impersonal y distante con el mundo entero, en vez de acudir a mis allegados físicos y compartir mis ideas localistas con ellos, y también he estado leyendo las ideas de los otros, unas veces en silencio, las otras veces comentando brevemente. El hombre genérico es producto de las nuevas tecnologías, en vista de que se ve obligado a confrontar su propio mundo tangible y físico, conformado por aquellos que le rodean, con ese otro mundo que muchos consideran aparente, el mundo virtual, constituido exclusivamente por ideas y por sensaciones intelectuales. El hombre genérico depende de la tecnología para hacerle ver el mundo como un concepto manejable. Así, es gracias a internet y toda esta serie de dispositivos tecnológicos que hoy en día impactan notoriamente nuestras vidas, que el hombre genérico logra estructurar su modelo del mundo alejado de todo lo local.
Ya había dicho anteriormente que este hombre surge en ese lugar sin historia que solemos llamar periferias urbanas y que se caracteriza por ser sumamente uniforme, de naturaleza fractal debido a que las mismas unidades fundamentales pueden ser observadas en escalas cada vez mayores, estructurando un paisaje urbanística y culturalmente plano. El hombre genérico tiene que vivir necesariamente en este lugar, porque debe crecer y formarse alejado del influjo cultural de los centros urbanos, que usualmente concentran la cultura local de forma tan densa que todos los hombres y mujeres que crecen en sus predios, sin remedio, ven absorbidos todos sus impulsos individualistas y liberales, pues los centros culturales de las ciudades son agujeros negros que toda forma de cultura posiblemente competitiva atrapan dentro de su horizonte de sucesos hasta su denso núcleo, donde siempre se tritura sin remedio ni posibilidad de perdón dicha competencia. Así, solo en las periferias urbanas, alejadas del horizonte de sucesos urbanocentrista, el hombre genérico puede sobrevivir.
Sin embargo, no toda periferia es tampoco propicia para el surgimiento, desarrollo y expresión del hombre genérico. En aquellas periferias urbanas caracterizadas por la ausencia de dispositivos de comunicación contemporánea, en donde la precariedad surge como forma de solución para muchos de los problemas sociales y físicos, aquellos lugares en los cuales la comunicación personal es, al igual que en el centro, la única forma de comunicación posible o culturalmente válida, el hombre genérico encuentra también dificultades para su existencia y supervivencia. Por ejemplo, aún estando lejos de Manhattan, el centro urbano y cultural de Nueva York, para todas las personas en el resto del mundo, influenciadas fuertemente por los medios de comunicación de la Metrópoli americana, es posible de hecho reconocer incluso en el acento, la forma de conducirse y hasta de moverse, al hombre y a la mujer criados en el Bronx neoyorkino. El Bronx es la perfecta muestra reconocible a nivel mundial de que las periferias también pueden crear nuevas centralidades y nuevos agujeros negros. Acá en Maracaibo, la mayor parte de los barrios marginales se encuentran también en las periferias de la ciudad, coexistiendo muchas veces junto a urbanizaciones de clase media y alta en una extraña mezcla social. Dichos barrios se caracterizan por ser una suerte de circuitos culturales cerrados, de los que ninguna luz emana hacia el resto de la ciudad, verdaderos agujeros negros que absorben a todo aquel que habite en sus predios. Sin embargo, estos agujeros negros no son completamente egoístas como sus parientes celestes, sino que esparcen sus chispas hacia el resto de la ciudad, en donde es posible observar el terrible y amargo producto de su malevolente naturaleza. Del barrio marginal surge un nuevo hombre localista y cultural, con una identidad muy propia, completamente absorbido por el colectivo. Los barrios marginales (los podríamos llamar slums), crean redes de comunicación entre ellos tan extensos en el caso latinoamericano que podrían considerarse una suerte de gran océano sobre el que flotan las placas tectónicas aisladas e incomunicadas de los barrios no marginales. Estos barrios pobres son una forma de centralidad cultural, que sorprendentemente se encuentran físicamente desconcentrados, pero la uniformidad de su cultura revela que los barrios también construyen hombres y mujeres con identidad cultural. Son hombres y mujeres culturalmente “marginales”.
El hombre genérico debe vivir también alejado de esta nueva centralidad cultural, que en el caso latinoamericano se ha revelado excesivamente extensa e influyente, por lo cual en nuestro continente es particularmente extraño ver al hombre genérico caminar por nuestras calles, mientras que en otras partes del mundo es mucho más frecuente.
El hombre genérico, como vemos, no depende exclusivamente de estar alejado de la centralidad histórica de las ciudades, sino que también debe vivir alejado de las nuevas centralidades culturales que surgen en las periferias. Muy difícilmente de Manhattan o del Bronx surja verdaderamente un hombre genérico y cuando surgen en los extraños casos en los que tal cosa pasa, este debe tratar de pasar desapercibido, en silencio absoluto, intentando no llamar la atención de nadie, de ninguno de sus  vecinos. El hombre genérico puede ser aceptado como un intruso extraño a tal ambiente, como un turista interurbano o un visitante particularmente extraño, pero si surge desde las propias entrañas de la urbanocentralidad cultural, esta podrán en alerta sus anticuerpos y atacarán sin contemplaciones al producto extraño. Imagino, por ejemplo, a un joven habitante de Santa Lucía que en algún momento muestre cierto aprecio por formas de expresión musical distintas a la gaita y que de hecho llegase a manifestar cierta indiferencia y hasta antipatía por el ritmo folklórico propio de ese barrio. Este joven sería sometido a un cruel ataque psicológico comenzando, probablemente, desde la propia entraña de su familia, pasando por sus vecinos y amigos del barrio, quienes lo llevarían a rastras hasta las tradicionales parrandas, moliendo poco a poco todo viso de manifestación anticultural. Algo similar podría ocurrir en el barrio en donde es el vallenato el ritmo rey, o en el Bronx, en donde el “rap” es el equivalente.
El hombre genérico surgirá solamente en los ambientes sedados y planos de las urbanizaciones, parcelamientos y conjuntos cerrados de clase media y tal vez de clase alta, en medio de un ambiente físico racional, silencioso y distante, en donde ciertos valores individualistas predominen. Estos hombres surgirán posiblemente de familias en las cuales el trabajo es el medio de sustento suficiente y eficiente y en donde la formación intelectual es estimulada y deseada entre sus miembros. El hombre genérico puede surgir en estas zonas urbanas con mayor facilidad ya que dichas zonas son de por sí genéricas, surgidas las más de la veces de proyectos arquitecturales y urbanísticos que parten de las mismas premisas organizacionales desde el punto de vista espacial y funcional, manifestación a la vez de una ideología tecnocrática y uniforme, caldo de cultivo para la reproducción en masa de formas de vida.
El hombre de clase media en todo el mundo es el principal candidato a convertirse en el hombre genérico, y es que en todas las culturas aparentemente es este el que comparte los valores y ciertas formas de entender el mundo con sus pares distantes, mientras que las clases bajas surgen de un lodazal humano, en donde solo la podredumbre y la autodestrucción desesperanzada es posible y que las clases altas surgen de las esferas de poder más elevadas, usualmente aquellas que dominan y fabrican la cultura dominante, absolutamente resistente a todo cambio. La clase media es, por naturaleza, intelectualmente más versada, dada su educación y moralmente más libre, pues ella es la fuerza motora y creadora de las sociedades. En lo personal, no me sorprende que los hombres y mujeres de clase media en las más diversas culturas del mundo se parezcan tanto entre sí, más allá de las evidentes diferencias raciales o de vestimenta culturalmente aceptada.
Sin embargo, es el recurso de la tecnología el que permite el surgimiento definitivo del hombre genérico. En 1994, cuando Koolhaas publica La Ciudad Genérica, aún la computación era, en cierta medida, un asunto no tan común para muchas personas, pero ya para ese momento las ciudades estaban preparándose para recibir el nuevo tipo de influjo cultural para la que serían escenario en el futuro. Y es que, en efecto, la ciudad es una construcción cultural y muchas veces, es una construcción que se adelanta a los tiempos o, más bien, comienza a manifestar ciertos síntomas de cambio producto de nuevas fuerzas silenciosas que no son evidentes en el primer momento. El hombre genérico no podía manifestarse con la facilidad con la que lo hace hoy en día, porque el internet era un invento muy reciente, la tecnología era muy costosa y el proceso de aprendizaje era un paso necesario que no todos dieron a la vez, por lo cual la masa crítica no se conformó sino hasta unos años después, cuya primera manifestación pública y que llamó la atención del mundo entero fue, posiblemente, la “burbuja punto com”. Si bien al principio estas nuevas tecnologías parecían ser una especie de servicio accesible para todos y que tenían por fin simplemente “alegrarnos la vida”, facilitar ciertas cosas, etc., no es menos cierto que con el pasar de los años la red internacional fue deviniendo en un nuevo mundo, un mundo virtual, que ofrece una posibilidad en absoluto detestable: la de incrementar los sentidos del hombre, hacernos ver más allá de lo local, de lo cercano, de lo evidente y compartir ideas con otras personas que de otras formas habría sido imposible contactar. Ningún otro medio de comunicación ha logrado influir en la vida del hombre con tanta fuerza como lo ha hecho la tecnología informática y eso es seguro.
Al inicio, internet pareció ser visto como una suerte de gran negocio dirigido a manejar enormes cantidades de dinero inorgánico y ser convirtió en depositaria de expectativas por parte de capitalistas de riesgo que no vieron el verdadero potencial de esta red. Al final, cuando el estallido del 2000 obliga a desaparecer una gran cantidad de elementos y formatos inútiles, abriendo paso para la verdadera tecnología, con google.com a la cabeza, nuevos formatos, nuevas ideas, nuevas formas de comunicación comenzaron a intercambiarse entre personas de todo el mundo a través de chats, foros y comentarios, a través del “Messenger”, ese milagroso programita que nos permite conocer a gente de todo el mundo, evolucionando poco a poco hasta nuevas formas de comunicación electrónica como los blogs y las redes sociales, que nos permiten entender el mundo en otro contexto.
Esta plataforma tecnológica no ha creado al hombre genérico, el cual sospecho a existido siempre y en todos los contextos, pero lo ha masificado, ha permitido que seres humanos, hombres y mujeres que normalmente no habrían podido acceder a la grandeza del mundo de no ser por este medio extraordinario, habrían tenido que permanecer aislados del mundo junto a sus vecinos dentro de su identidad cultural.
El hombre genérico es aquel que, por alguna razón, logra potenciar su mente y su estado intelectual más allá de lo local y de lo común y de forma consciente o inconsciente las más de las veces, ingresa a una comunidad mundialista, cada vez más abierta y diversa, a la vez que con el tiempo es siempre más uniforme. Sin embargo, no debemos confundirnos y suponer que todo usuario de tecnologías es un hombre genérico. Pululan por la red millones de usuarios que realizan miles de millones de actividades electrónicas, sin embargo, las más de las veces no superan su estatus de usuarios. Este hombre es un ser aún cultural, que utiliza los medios electrónicos como medio de facilitar su vida, más que como forma de facilitar su visión del mundo. Acude al correo electrónico para intercambiar correspondencia, pero lo hace de la misma forma en la que esto se hizo en el pasado; utiliza el facebook o el twitter como formas de intercambio de ideas, pero no entiende en ellos más que una suerte de gran plaza local para encontrarse con “amigos”, los cuales no necesariamente van a potenciar su vida o su existencia ni van a incrementar su patrimonio mental ni su poder como ser humano.
El hombre genérico, en cambio, entiende las tecnologías de forma diferente. Internet le sirve a él para ampliar sus sentidos y su comprensión del mundo, ya no solamente para enterarse de las cosas o para leer noticias, sino para entenderlas de forma integral. Crea redes sociales pensadas no para compartir hedonística basura sin ningún valor real. En cierto blog, por ejemplo, he leído que si un día llegase a desaparecer completamente Facebook, en internet en realidad nada pasaría, ya que el 99% del contenido de esta gigantesca web es “basura inservible”, pero que si llegase a desaparecer la tan socorrida wikipedia.com, internet sufriría una de las más grandes pérdidas, equivalente, tal vez, a la pérdida de la biblioteca de Alejandría.
Y es que, en efecto, si comparamos facebook.com con wikipedia.com notamos una diferencia absoluta desde el punto de vista cultural. Facebook.com es simplemente una extensión del mundo cultural, que ha llevado sus “tentáculos” y la logrado penetrar el mundo virtual, haciendo de facebook.com el equivalente de una plaza pública física, en la que los chismes sin contenido importante pululan. En facebook.com todos nosotros nos enteramos de chismes de personas que muchas veces no conocemos y que no nos interesan, sabemos que ciertas personas están en una relación o que rompieron y nos enteramos si “fulano” y “zutano” son amigos o no. Sin embargo, la gran desgracia de Facebook.com es que  esta web simplemente no sirve para absolutamente nada en la vida. Estoy de acuerdo en el hecho de que si llegase a desaparecer por completo en este mismo instante, en realidad el mundo virtual no sufriría una pérdida importante.
Wikipedia.com, en cambio, parte de una filosofía enteramente genérica, lo cual es el fundamento del mundo virtual en sí. Wikipedia.com es construida de forma colectiva, pero en realidad podríamos sugerir que se trata de una enciclopedia autogenerada. Wikipedia.com es un lugar sin identidad, sin localidad definida y sin texturas culturales de ningún tipo, completamente contraria a facebook.com, que reproduce en el mundo virtual y a la misma escala, las mismas relaciones del mundo físico. ¿Por qué la desaparición de wikipedia.com sería una gran tragedia mientras que la desaparición de facebook.com no significaría virtualmente nada? Porque wikipedia.com, como todo lo genérico, se nutre de la inteligencia del mundo, sustrae conocimiento del hombre y lo importante no es en sí crear lazos ni crear relaciones personales, sino construir un mundo que tiene un valor en sí mismo gracias al profundo contenido que este posee. En cambio, facebook.com se nutre de la vacuidad personal, de los pensamientos usualmente pasajeros de la gente, tal cual como frases dichas en un momento a las amistades. Facebook.com es un amplificador de ideas, pues las expande entre todos los contactos de una persona, sin embargo, esta amplificación usualmente no tiene ningún contenido importante o válido universalmente y termina siendo lo mismo que gritar tonterías en una plaza pública. Son muy pocos los que usan facebook.com para intercambiar ideas más que chismes ya que la propia estructura de la red está creada para supeditar el contenido a la identidad. Y de nuevo, si facebook.com desaparece en este mismo momento, la gente podría seguir haciendo lo mismo que hace allí pero en físico.
Facebook.com está sobrevalorada, sin duda alguna, ya que es difícil creer que una web cuyo contenido es casi todo basura pueda costar los supuestos 11.500 millones de dólares que se le atribuyen. ¿Qué puede haber de valioso en los chismes locales de la gente? En términos realistas, facebook.com tiene el mismo valor de las culturas locales, es decir, ellas valen cada una para sí mismas, pero si las ponemos en el contexto de la generalidad, del mundo entero, cada cultura en realidad no tiene ningún valor, salvo aquello que produce para el saber universal. El destino de facebook.com será el mismo de myspace.com, que tenía una filosofía similar, sin contenido real, reducida actualmente a una gran web sin contenido importante, por lo cual el mundo la fue olvidando lentamente, sustituida por las nuevas redes sociales, pero estas redes carecen de contenido igualmente, por lo cual es casi seguro que terminarán aburriendo tarde o temprano a sus usuarios y estos se moverán hacia otras webs de forma silenciosa. En cambio, ningún usuario de la red puede dejar de usar google.com o wikipedia.com, por lo menos si este la usa de forma real. Estas dos web tienen en sí contenido, son construcciones propias de lo genérico y son usadas principalmente por el hombre genérico.
A este ser humano la pérdida de los valores culturales no le importa mucho y, de hecho, hasta la celebra, en vista de que sabe que entre menos cultura de identidad habrá mayor llaneza social y humana, confiriendo poder al ser individual a la vez que a los colectivos consientes. Y es que el hombre genérico es un ser poderoso ya que puede discernir entre lo lógico y lo ilógico con mayor facilidad que el hombre cultural, el cual encuentra en los errores culturales (religiones, costumbres, folklore, etc.) los fundamentos para juzgar las cosas.
Es en las culturas más cerradas en las que el hombre genérico puede crear mayor impacto, por ejemplo, en el cerrado mundo musulmán serán las venideras generaciones de mujeres que crecen ahora viendo modelos de comportamiento femeninos en el resto del mundo en las que ellas están reivindicadas como seres socialmente completos y en los que han logrado adquirir cuotas de poder verdadero (llegando en muchos países y con cada vez mayor frecuencia a los más altos cargos políticos, empresariales y culturales), la que deban pasar por el proceso de “alienarse” del mundo que la rodea. Es evidente que los traumas que dicho impacto causa sobre la cultura local es enorme, sin embargo, no podemos dejar de juzgar objetivamente tal hecho como un gran avance para la liberación verdadera de un importante grupo de seres humanos atrapados por la que es, posiblemente, la cultura masiva más destructiva y dictatorial que actualmente sobrevive en el mundo. El mundo occidental pasó por etapas similares, al igual que los países del lejano oriente, pero estos momentos han sido superados en la medida en que seres individualmente consientes y poderosos han cambiado sus actitudes y han movilizado con sus acciones a las sociedades hacia nuevas direcciones.
Aunque desde afuera es difícil juzgar lo que ocurre en el mundo musulmán, creo ver, en lo personal, manifestaciones que parecen estar movilizando a dicha cultura hacia nuevos derroteros, en los que, tal vez, se vea obligada a enfrentar una fuerte crisis interna, hacia una especie de gran cisma histórico, similar al Renacimiento occidental o a la Ilustración. Pero dicho sisma sería, a diferencia de lo ocurrido en el pasado de Europa y América, una construcción mucho más colectiva, en vez de una ruptura causada por la irrupción de héroes con una terquedad extraordinaria. Las sucesivas protestas que de vez en cuando están brotando en Irán contra el régimen despótico de dicho país, surgido de la pureza más extrema de la cultura musulmana, se ven impulsadas nada más y nada menos que por colectivos que se comunican ideas de forma instantánea y secreta, silenciosa e incontrolablemente, como si las ideas fueran impulsos eléctricos y cada ser humano una neurona en el cerebro, que en conjunto conforman una nueva acción que lleva a la movilización.
Cada hombre genérico es poderoso por sí mismo porque puede discernir de forma objetiva y puede juzgar al mundo desde su óptica tendiente al análisis, pero el poder se revela avasallante desde el punto de vista colectivo, en donde ninguna restricción cultural parece tener esperanzas en medio de acciones que inmediatamente se transmiten por cualquier medio electrónico, con lo cual la idea se multiplica a sí misma de forma orgánica y exponencial, hasta que la sociedad entera se ve invadida por ella. Y a medida que la tecnología avance, la naturaleza genérica del ser humano contemporáneo se hace cada vez más intensa y predominante, pues el hombre siente cada vez mayor placer al saberse poderoso y definitorio en la historia.
Un hombre común, se mueve un poco hacia lo genérico el día que escucha la radio por primera vez y luego ve la televisión. Sin embargo, avanza enormemente le día que tiene un teléfono, lo que le permite adquirir cierta libertad comunicativa. Cuando obtiene un celular es incluso más evidente este cambio esencial en su persona. El día que tiene una computadora y entra a internet conoce el mundo virtual, pero su conversión será definitiva el día que logra utilizar la red para modificar al mundo y a la vez para concebirlo. El hombre genérico es como un dios, ya que logra ver y saber más allá de su mundo local y a su propia elección, pero es un dios indiferente a las expresiones locales, pues ha comprendido que lo importante de la interconexión no es en realidad “conocer otras culturas” (frase fresa muy recurrida por las agencias de viaje) sino extender su mente y buscar crear conexiones que solidifiquen su propia concepción. El hombre genérico, si bien siente poder en sí mismo, luego busca crear una masa crítica con otros como él, por lo cual comienza a escribir un blog, se anota en grupos de discusión, lee con atención diversas páginas y a veces entra en contacto con sus creadores o articulistas, se convierte en un wiki-pedista, wiki-narrador, wiki-testigo. A diferencia de las ideologías políticas primitivas, en el mundo contemporáneo lo colectivo se crea desde lo individual y no al revés. No existe el colectivo ideológicamente perfecto que va moldeando al “hombre nuevo”, sino que existe el “hombre genérico” que construye junto a otros una masa móvil e incontrolable de datos que se convierten en un colectivo poderoso, coordinado e in-encausable, lo cual es el terror de todo régimen político autoritario y culturalmente fundamentado.
No es de extrañar que este tipo de regímenes políticos en diversos países intenten a toda costa, las unas veces con mayor éxito que en otras, mantener a sus poblaciones sumidas en su ignorancia, a la vez que crea un discurso que les hace creer que han abierto sus ojos, cuando los tienen más cerrados que nunca. Esos seres humanos (en Venezuela, los chavistas incondicionales al presidente, por ejemplo, o los opositores socialistas al gobierno) están en realidad cautivos dentro de la vorágine cultural que creó los monstruos dominantes en esas sociedades. Allí (en mi caso local particular, puedo decir, aquí mismo, en la esquina cerca de mi casa) la lucha es a muerte entre la cultura y la anticultura generalizadora, en donde el hombre cultural continúa observando el mundo desde una perspectiva limitada a su cuerpo, viviendo su realidad mecánica, mientras el hombre genérico parece sugerir en cambio una visión integral de los asuntos, desafectada de toda emoción, como un robot, viendo la realidad de manera formal, lo cual causa terror en el otro.
Las grandes masas sociales de nuestro mundo aún pertenecen a las culturas y aún están atrapadas dentro de la vorágine de su propia limitación física, pero a medida que las sociedades van teniendo un acceso cada vez más directo e inevitable con las tecnologías que las convertirán en “ciudadanos del mundo”, en telepolistas o “interciudadanos”, habrá razones para pensar la situación del hombre irá mejorando, ya que seremos más poderosos nosotros, los hombres y mujeres de verdad, en vez de confiar nuestros destinos a los avariciosos y pérfidos hombres y mujeres de Estado.